viernes, 18 de agosto de 2017

LAS AVENTURAS DEL SARGENTO NOGUERAS Y EL GUARDIA BRIONGOS. (Motoristas de la Guardia Civil de Tráfico). 20ª Entrega


Este es un relato de ficción. Todos los personajes, los lugares y las situaciones son, por lo tanto, imaginarios, y cualquier parecido con la realidad ha de considerarse como una mera coincidencia. Fue publicado por primera vez en el año 2004 en un foro motorista de internet, y debido a determinados pasajes escabrosos de la narración se hizo necesario aplicarle algún tipo de omisión o censura en alguna de las entregas. Se ofrece ahora íntegro en su versión original en este blog, y por tal motivo hemos de advertir que LA LECTURA DE ESTE RELATO NO ES ADECUADA PARA MENORES DE DIECIOCHO AÑOS.



Un relato de Route 1963

Nogueras llegó corriendo hasta su moto, le quitó el candado de disco y puso en marcha el motor. Apenas si perdió tiempo en ello, pero para entonces el sargento Venancio ya corría como un endemoniado por la nacional 296 camino del Alto del Tossal envuelto en un bramido ensordecedor. No podía decirse que la carrera empezase muy bien para Nogueras, precisamente.

Nada más empezar a rodar por las interminables rectas de la 296 bajo el sol inclemente de agosto, Nogueras fue consciente de las enormes dificultades que presentaba para él aquel reto que le enfrentaba a Venancio. Ya resultaba preocupante, en principio, que el propio Venancio hubiera decidido de manera unilateral resumir todas las reglas de la carrera en una, es decir, en ninguna, como él mismo acababa de comunicarle. Entendiendo esto al pie de la letra era de suponer que valía todo, absolutamente todo, con tal de llegar el primero a la Venta la Reme, y dentro de ese todo tan genérico cabían las trampas (tomar atajos, por ejemplo), las maniobras sucias (obstaculizar al rival en la carretera cerrándole el paso), y las acciones ya propiamente homicidas (tratar de tirarle de la moto o hacer que se cayera por otros medios, sin ir más lejos). No había que descartar que, llegado el caso, Venancio emplease alguna de esas tácticas rastreras si ello convenía a sus intereses. Esta carrera insensata podía ser cualquier cosa menos un duelo entre caballeros, quizá porque ellos mismos, pensó Nogueras, despojados de sus uniformes de la Guardia Civil perdían buena parte de su honorabilidad para convertirse en unos vulgares energúmenos capaces de los mayores desatinos.